La crisis planetaria caracteriza por una serie de problemas interconectados: el cambio climático está provocando eventos meteorológicos extremos, el aumento del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad; las guerras y conflictos armados generan desplazamientos masivos y sufrimiento humano; las desigualdades económicas exacerban la pobreza y la inequidad, mientras que la tensión social y política socavan la cohesión comunitaria y la estabilidad. Esta compleja red de desafíos requiere una respuesta global unificada y sostenible para asegurar un futuro viable para las próximas generaciones, integrando a los viajeros del futuro.
He tenido el privilegio de viajar desde muy joven, y en cada destino he experimentado una transformación personal. Descubrir nuevos lugares, aprender de diversas culturas, vivir en los zapatos de una comunidad que impulsa turismo y saborear platos exóticos, ha sido una fuente constante de crecimiento. Un viaje en Asia años atrás, me llevó a reinventarme, y dejar el sector privado para dedicarme al trabajo de la fundación APTSO.org. Gracias a los nuevos amigos y las conexiones inspiradoras que hice durante ese viaje, aprendí cómo el turismo basado en mindfulness tiene el potencial de establecer una agenda importante para la sostenibilidad a largo plazo, además de impulsar la creación de viajes más reflexivos y que fomenten la paz.
La industria del turismo debe transformarse hacia un nuevo estilo de viajes, que involucre el reflexionar sobre los problemas actuales y buscar un camino hacia un turismo más significativo, compasivo y solidario para las comunidades anfitrionas y los visitantes; integrando el enfoque de la regeneración, que implica una participación consciente y reflexiva en la comunidad anfitriona, con el fin de contribuir a su bienestar a largo plazo y asegurar una distribución justa de los ingresos locales, potenciando así la sostenibilidad y resiliencia de la región.
La ética del viaje depende de cómo se viaja; y al viajar, debemos cuestionarnos si nuestra presencia fortalece a las comunidades, especialmente después de crisis o conflictos. Conocer las necesidades del destino, nos permite viajar de manera significativa. Viajar puede ser una herramienta poderosa para apoyar la transformación de comunidades hacia la resiliencia, y también para transformar a los viajeros, promoviendo una conexión más profunda y consciente con los destinos que visitan.
Viajar de forma responsable no solo nos transforma, sino que también ofrece una oportunidad para contribuir positivamente a las comunidades visitadas. La industria turística necesita consumidores más conscientes y responsables, que resistan la promesa de una felicidad y sostenibilidad falsas promovidas por las empresas turísticas tradicionales. Imagino un futuro donde los viajeros opten por viajar con menos frecuencia, pero de manera más significativa, apoyando experiencias locales como las redes comunitarias de turismo, y valorando la autenticidad de los viajes en familia y con amigos.
La idea de que el turismo sea una industria responsable y sostenible sigue siendo un objetivo lejano, ya que algunos de los intentos prometedores y revolucionarios se enfrentan rápidamente a la dura realidad de un mercado altamente competitivo. Una parte significativa de los consumidores sigue mostrando una gran incoherencia en su comportamiento pues no están dispuestos a pagar extras por sellos de sostenibilidad, participación en programas comunitarios o iniciativas que apoyan a regenerar los destinos, si no tiene beneficios personales (Pulido-Fernández & López-Sánchez, 2016).
Para seguir viajando en un mundo de crisis, es fundamental adoptar un cambio radical hacia un turismo regenerativo, basado en los valores de solidaridad, altruismo y compasión. Este enfoque nos llama a un comportamiento responsable, dando lugar a viajeros más conscientes y a experiencias turísticas auténticas y comprometidas a apoyar esfuerzos locales. Un ejemplo destacado de esta transformación es el trabajo de redes a nivel regional y en Panamá con la RED SOSTUR, que apoya el fortalecimiento y la formación de empresas turísticas rurales y comunitarias. El turismo comunitario y en redes no solo impulsa nuevas fuentes de empleo, sino que también valora la cultura y contribuye a la sostenibilidad de los recursos naturales del destino, promoviendo un turismo solidario y regional, que también transforma al visitante.
Imagino el turismo del futuro como una experiencia activa pero reflexiva, conectada a través de redes colaborativas regionales. Este modelo no solo enriquecerá a los viajeros, sino que también fomentará comunidades más resilientes y sostenibles. Al adoptar estos principios, podemos asegurar que el turismo no solo sobreviva, sino que prospere en armonía con nuestro planeta y su gente.